La desesperación crece cuando por estas alturas del año se empieza a ver cómo la gente está de vacaciones. Simplemente uno ve las suyas muy, muy lejos, hasta el punto que piensa que nunca van a llegar. Todas las esperas se hacen tediosas aún sabiendo que todo llega. Cuando he visto esta casa, no he podido dejar de acordarme del verano que pasamos hace unos años en los Pirineos. Tener la suerte de vivir en un valle es sencillamente eso, una suerte. Levantarte entre montañas con ese frescor tan bueno de las mañanas de verano, no tiene precio.
La costa mediterránea tiene un encanto particular que si fuera lo contrario no vendría tanta gente por aquí a veranear. Pero en contrapartida, esta muy masificado. En esta época entre el calor y la gente hay rutas que dejan de ser tan apetecibles y todavía no ha llegado agosto. Es por eso que cuando el calor es sofocante pero no me queda más remedio que seguir y seguir hasta el día de, la cabeza se me va sin querer a la montañas, al campo y a cualquier parte apartada sobre todo del ruido de la cuidad. Seguro que no soy la única rara en esto.
El caso es que me encanta ver lo bonitas que son algunas casas de montaña, ya sean para pasar el verano o para vivir en invierno. Ésta en concreto lo es. Una casa familiar con un salón y una cocina preciosos en los que reunir a la familia en cualquier época de año. Los toques de colores frescos como el rosa y el verde, no le podían ir mejor ya que la piedra de muchas de las paredes y tanta madera la hacen un poco triste. Aquí un ejemplo de que una típica casa de piedra y madera puede presentar un aspecto actual con unos simples detalles. Os recuerdo que algo similar vimos en este otro post. Ideas para que el que tenga la suerte de vivir en una casa de estas características.
