No hace falta que lo diga, ya os habéis dado cuenta que el ritmo del blog ha bajado. Es la primera vez que ocurre desde que esta aventura comenzara hace cuatro años. No es que me haya cansado, ni que sea porque ahora estoy de vacaciones, no. Simplemente he decido dejarme llevar y durante este mes pasar por aquí cuando me lo pida el cuerpo y el corazón. Sin más. Es sencillamente que no quiero forzar la máquina ya que la primera parte del año ha sido muy intensa. Quiero coger con muchas ganas este final del año porque se avecinan cambios que algo en mi interior me está pidiendo. Hay lugares que ayudan a uno a poner en su sitio el alma, ayudan a encontrarse con lo que uno quiere de verdad. A mí me ocurre en mi embarcadero pero seguro que vosotros también tenéis alguno.
Las imágenes que os voy a dejar hoy aquí son de un lugar que me ofrece calma, libertad y sinceramente, hace que considere lo que es volver a la ciudad. Le encuentro un halo bucólico con el que llego a imaginarme mil historias cada vez que vuelvo por allí. El atardecer en verano es sin duda mi momento preferido, me hace ser consciente de lo que me gusta estar allí. En invierno anochece pronto y nunca aparece el barco que viene desde Portugal por el río Duero.
Es posible que alguien se pregunte dónde está el embarcadero preferido de esta servidora. No hace falta salir del país, está en una provincia preciosa como es Salamanca. Concretamente lo podéis encontrar en la comarca de Las Arribes del Duero. En Salamanca capital me crié y en Las Arribes he pasado cada uno de los veranos de mi infancia. Quizás ahora podéis entender por qué me gustan tanto las casas de campo, los ambientes campestres y las sombras bajo las parras y aunque ahora vivo en Valencia, sé que algún día volveré, o no, ¿quién sabe? pero como siga haciéndole caso a mis sentimientos, así será. Ya me contaréis si alguien lo conoce pero ahora espero que os haya gustado y que tengáis un…
♥ Feliz Finde ♥
Que grata sorpresa descubrir que eres salmantina, mi familia también lo es y yo he veraneado toda mi infancia allí, en uno de los pueblitos típicos de la zona, donde el tiempo parece detenerse. Salamanca tiene un encanto único como ciudad, el ambiente que le dan los estudiantes y la elegancia y saber estar de sus gentes, me encanta pasear por sus calles, señoriales donde las haya, que paz emite y como invita a disfrutarlo. Un saludo muy cordial
Me ha llegado al alma eso del «saber estar y la elegancia de sus gentes». Además de ser una ciudad preciosa también puede presumir de todo esto que dices. Aunque voy de visita a ver a la familia, tengo claro que algún día volveré para quedarme.
Besos!!!!