Hay quien tiene verdadera pasión por la antigüedades. Personas que se recorren todos los rastros y ferias en busca de tesoros. La verdad es que cuando vemos casas que se han decorado con ese amor por las antigüedades inevitablemente uno se transporta.
Cuando se decora con antigüedades normalmente es porque se busca la calidez que dan esas piezas con tanta historia. Es como estar al lado del abuelo que todo lo sabe. Quieras o no, son útiles de nuestros antepasados y siempre hay un hilo de arraigamiento.
Es curioso cómo los que no conocemos el valor económico de las piezas, asimilamos rápidamente ese objeto que tenemos entre las manos con algo de nuestra infancia. Estaba en casa de los abuelos, o la tía X tenía uno.
A menudo las cosas huelen a humedad, a estar guardadas tanto tiempo. A veces ese olor tira para atrás. Confieso que cuando estoy viendo antigüedades para comprar algo me imagino la casa en la que habrá estado ese objeto o cómo sería su anterior dueño.
Pensar en cuál ha sido su camino hasta llegar hasta aquí también se me pasa por la cabeza. Es muy curiosa la sensación de estar rodeado de antigüedades o para otros: cosas viejas. Uno siempre acaba con las manos negras de tocarlo todo pero se va casa con el sentimiento de haber encontrado verdaderos tesoros.
Lo más curioso es cuando llegas a casa y ese último capricho que te has dado no tiene nada que ver con el resto de la decoración de tu casa. Ahí empieza la magia porque lo vas a sentir como algo más especial. Ya os decía que hay quien tiene verdadera pasión por buscar este tipo de tesoros. Quien no contempla otro estilo decorativo en su casa y que aunque no vaya con todos, al final al resto nos gusta verlo.
Todavía no os he dicho nada de esta casa pero como os habréis podido imaginar está llena de antigüedades. Cómo no va ser así si su propietario lo es tan bien de la famosa tienda de antigüedades «La silla roja de Hudson» en Nueva York. Vive tres pisos por encima de la tienda y está llena de muebles y accesorios que ha venido a recoger a Europa con mucho encanto.
Una preciosidad de vivienda.